Nació
en 1873 y murió en 1967. Comenzó su andadura como escritor cuando tenía
alrededor de veinte años, y en él se pueden distinguir una serie de rasgos
característicos. Si nos centramos en el rasgo estilista, renovó la prosa
española, en el momento en el que predominaba un estilo ampuloso, repleto de
subordinadas y frases largas, haciendo uso mayoritariamente de frases cortas.
Aportó un punto de vista diferente a la hora de escribir y de mirar la
realidad. Su ideología se encontraba muy próxima a la del anarquismo; su
posición era completamente en contra del sistema de la Restauración. Además,
colaboró con periódicos republicanos, así comenzó su camino en la escritura. En
1902 escribe su primera novela La Voluntad, que coincide con Amor y pedagogía
de Miguel de Unamuno. La Voluntad es una novela generacional, representa el
estado de ánimo de los jóvenes, y en el se aprecia una clara influencia de
Nietze. La Voluntad está protagonizada por Azorín y continúa con una trilogía
(1903, 1904). Más adelante, Antonio Azorín, acaba suplantando al autor, y
Azorín pasaría a ser el nombre con el que él firma.
Este artículo es claramente una crítica literaria, escrita por Azorín en el ABC (periódico conservador) en 1910. Azorín comienza hablando de los comienzos de los jóvenes escritores, los de la generación del 98. A propósito de estos escritores habla de la necesidad en aquellos tiempos de marcharse a Madrid para poder llegar a triunfar en el mundo de la escritura, planteamiento que hoy en día ha variado, puesto que el trabajo con éxito asegurado ya no está tan centralizado como lo estaba antes. Hoy en día, es posible triunfar en otras comunidades que no sean Madrid o Barcelona, aunque puede ser cierta la afirmación que muchos siguen haciendo acerca de que en las grandes ciudades quizás sea más fácil. En este artículo podemos diferencias ciertas partes en las que Azorín hace uso de un estilo más rebuscado de lo normal en su persona. Nos encontramos con más abundancia de frases largas que en otros casos.
Además, podemos apreciar en gran medida cómo las personas no hacemos otra cosa más que mitificar todo lo pasado, haciendo de menos el presente. Este rechazo al presente se aprecia claramente cuando compara dos generaciones, de ahí el título del artículo; la del 98 con autores como Valle-Inclán o Unamuno y una nueva generación que tacha por sus publicaciones demasiado cortas y a menudo con temas eróticos. A lo largo de toda la crítica se mencionan diferentes autores de los cuales algunos siguen teniendo la misma importancia que entonces o incluso más, mientras otros han quedado en el olvido.
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